Ensayo, Mi desvarío

Vejez

Él toma la palabra, su voz, grave y dispareja, temblorosa, comienza a sonar en la habitación.
Miradas cómplices que no reprimen impaciencia, molestia y burla.
Al rememorar hechos de su pasado sin relevancia a la reunión, los sonidos de incomocidad resuenan.

Ambas manos apoyadas en su bastón, la voz trasluce emoción al verse en su relato, hilando retazos de recuerdos.
La falta de paciencia, de respeto, de valorar, de atender, de ver la realidad del futuro común irremisible son las constantes.
Le tememos a la vejez… ¿la despreciamos?

Mi pregunta late silenciosa en mi mente mientras miro esos ojos rodeados de arrugas, recuerdo a mi abuelo y sus narraciones, vuelo a mis años de niña perdiéndome. Levanto la mirada con enojo y una súplica de paciencia por él.
Si la vejez es una masacre, como Philip Roth enfrenta valientemente en «Elegía«, ¿por qué hacer de esa masacre personal e íntima una pública, alejada de la compasión y la comprensión?

El ruido del bastón al caer estrepitósamente en el piso de madera los despierta y es seguido de una carcajada general. Fin de su discurso.
Yo continúo sin embargo atendiendo su historia silenciosa llena de inocencia, sabiduría y alegría al observar sus minúsculos y traviesos ojos negros.

La vejez avergüenza a unos, la vejez atormenta a otros, la vejez es fatiga y lucha, pero tranquiliza el remanso de apreciar lo que cada surco en cada arruga representa, un camino recorrido y una vida de experiencias que se escucha en el silencio de la mirada de un viejo.

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De libros y ocurrencias

Elegía, Philip Roth

El brutal golpe frente a frente con la decadencia que produce el paso del tiempo… Es lo que sucede con el protagonista de «Elegía«, de Philip Roth (Literatura Mondadori, 2006). Una elegía en la que se lamentan lenta y angustiosamente las malas decisiones que determinaron su final; la pérdida de la familia, de la salud, de la compañía, del optimismo de vivir, como si las dolencias del cuerpo, una a una cobraran las facturas de una historia llena de impulsos que dejaron tras de sí daño en los personajes de su vida.

Deprimente pero realista, de rasgos tristes, una mirada intensa y amenazante del terror sentido al descubrir el envejecimiento no sólo del cuerpo, sino del alma.

«…el dolor hace que sientas miedo de ti misma…» (Millicent Kramer, en «Elegía» de Philip Roth)

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