Esa dama inesperada, que deja a su paso tristeza en el alma, que no avisa, que reclama una tarde cualquiera.
Tan temible que no podemos ni queremos pronunciarla y que está tan presente como la vida misma, porque es parte de ella.
Que si es justa, es injusta, irascible, incontenible.Va acercándose poco a poco desde que vemos la primera luz, acompañándonos como si fuese amiga del tiempo, de la casualidad inexistente, de la vejez.
Si hay algo que temo en el mundo es a ella, a que toque a quienes amo. Y no puedo más que intentar aceptarla, cada momento en que soy consciente de que es inevitable. Y por eso abrazo, y por eso intento empaparme del aliento de vida de mis amores, en sus risas, en sus canas, en la inmensa sabiduría de su mirada.
Nunca podré, lo sé, hacerle frente con valentía, sin embargo acepto, que dado el momento yo también tendré que rendirme ante ella, aunque no sin antes haber intentado, cada día más que nunca, dejar grabada una sonrisa en el rostro de mis quereres.