–Sigo vendiendo rosas. Nadie las compra –dice, dibujando un corazón al aire y partiéndolo por la mitad–. Sigo creyendo en Cupido, pero ya no se enamoran.
Mirando pasar a la gente, a uno, otro lado, sonríe.
El sombrero sale volando y giran al centro con música invisible. Nadie existe a pesar de las miradas. Se miran y ríen.
–¡Nadie se enamora en Las Ramblas! –grita– ¡aquí ya llegan enamorados!
Barcelona, sept’ 07