Muy atinado el día para ver «Evening«. La tarde en la que no tengo más que agradecer y celebrar la vida. Rescato de ella (porque aunque no es una maravilla cinematográfica, siempre hay algo que rescatar) unas sabias palabras que dicen más o menos que «no existen tales cosas como los errores» y «nada es tan importante como creemos que es». Al final de cuentas, en el lecho de muerte, lo que queda es lo que uno hizo, sin calificación ni reproche, porque ya no tiene ningún caso. Se vivió como se vivió, como se pudo, como se quiso, como se decidió.
Las decisiones que deben tomarse a lo largo de la vida a veces dejan un rastro de duda. El inevitable «si hubiera» que queda en el aire, harto de posibilidades y preguntas. Pero es cierto, no hay tal cosa como los errores, son decisiones, nada más.
Con la completud que el día de hoy valoro y lo que anhelo, la vida no tiene ninguna deuda conmigo, me ha dado mucho, me ha quitado lo suficiente y siempre lo necesario.
Pero en un mundo como el que habito, al que hemos vuelto absurdo, cruel e injusto, maltratado y ultrajado, a lo que aspiro es a ser capaz siempre de conmoverme y de moverme, de dejar resonar la voz que grita en mi interior cuando las cosas no son como debieran. En mi vulnerabilidad me digo que intento lo que puedo y en mi humanidad me recuerdo lo que no puedo y me refuerzo en lo que intento, ante las miradas inocentes de los niños que vivirán el día de mañana en este planeta, que son la epifanía constante y viviente que a veces pasamos de largo. Serán juicio y prejuicio, reclamarán o se conformarán. Si existen. Vamos, no quiero quedarme «inmóvil al borde del camino«.
Sólo clamo por una vida mejor, en la escala en la que cada uno manifiesta que necesita. Pero lo hago porque a mí me queda un poco de optimismo. Y espero que en el ocaso de mi vida, al que uno debe enfrentarse en solitario, tenga la valentía de dar la cara a mis ayeres con poco menos que agradecimiento.
Sí existen los errores. Los cometemos cotidianamente por descuido, ignorancia, creencia y duda. El error existe porque existe el acierto. Cometemos errores porque pensamos poco. Porque nos distraemos al realizar una actividad determinada. El error nos enseña lo que no hemos de hacer otra vez. De ahí que aprendemos por medio de los errores. El error nos muestra el tamaño de nuestra ignorancia de la vida o del conocimiento académico. Los cometemos cuando decidimos entre una o varias opciones de vida. Cuando debemos pensar, sentimos, y cuando debemos sentir, pensamos. Si no nos equivocamos, es que no nos arriesgamos. Si no nos equivocamos entonces no crecemos. Así los errores nos fortalecen. Cuando no reconocemos nuestros errores cometemos más. Cuando cometemos un error también descubrimos otro camino otra verdad. Cuando pensamos que no existen los errores cometemos un error. Reparar un error nos permite tener la conciencia tranquila. El que busca nunca cometer errores está menos cuerdo de lo que cree, el error es sinónimo de la naturaleza humana. Sin el error el conocimiento no avanzaría. A través de los errores de los demás se descubren verdades. Si negamos el error también negamos la verdad. Y en el lecho de muerte, el hombre no debe avergonzarse de que cometió errores en su vida, lo que significa que es más sabio que ayer.
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Luis, vuelvo a leer lo que escribiste hace algunos años y me queda cada vez más claro. No hay tal cosa como los errores, son decisiones y lecciones, como tal, aprendizaje.
Me quedo con muchas de tus frases, como «cuando debemos pensar, sentimos y cuando debemos sentir, pensamos» y «si no nos equivocamos, es que no arriesgamos».
Así funcionamos y vamos dando topes por la vida, tratando de atinar cuándo hacer una cosa y cuándo la otra, sin tener jamás ninguna certeza, pero haciendo lo que venimos a hacer aquí, vivir.
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