En el espacio en el que vivía la sonrisa en su cara hay nada. La nada.
Opaco, desierto en donde se pierde su mirada.
Los ojos sin habla, sus pasos en calma. Quizá calma, quizás nada.
Camina en su nostalgia. Los brazos se alargan, las venas inflamadas la llaman.
Archivos Mensuales: agosto 2009
Dar en exceso
Qué interesante reflexión sobre dar en exceso. ¿Cuál es esa línea tan delgada en donde se divide el dar por amor, por bondad y el dar por culpa o por ego?
Llamamos noble a la persona que nunca dice que no, pero en realidad pensamos y sabemos que es alguien de quien se puede aprovechar cualquiera.
¿De dónde surge la necesidad de dar? ¿ser valorado? ¿ser aceptado? ¿ser necesario? A veces comienza desde la cuna, cuando el amor de los padres (más del padre que de la madre) llega a parecer -y a ser- condicional al «portarse bien».
Dar en exceso, vivir para los otros, quedar siempre bien, dar lo mío aunque me quede sin nada, puede aparentar un bienestar personal inmenso, pero cuando se vuelve de rastros «patológicos» es cuando produce estrés, porque siempre se espera lo mejor de uno, se espera que tenga el comentario atinado, el consejo perfecto, la conducta intachable. No se puede ir por la vida con esa carga.
¿Qué hace que uno quiera ser el todólogo? que va, que lleva, que pone, que siempre está, que siempre tiene buena cara y la mejor actitud, que nunca dice que no, que nunca se equivoca. No resulta sano.
Es válido hacerlo cuando realmente llena, da satisfacción, pero sin olvidarse de los propios límites. Aprender a decir no, resulta tremendamente difícil ¡pero hay que aprender a hacerlo!
Estamos lejos de ser perfectos, comportémonos como somos. Dar exactamente lo que podemos y lo que queremos, no más, no menos. Hasta en esto los excesos son malos.