Durante meses mi pluma ha estado dormida. Acampa, fuera del corazón, frente a una fogata que alimenta de días azules, de horas cuadradas. Todos instantes.
Espera paciente una luz por donde colarse, pero no. Nada. Y las nubes minutos pasan. Grises, más grises que nada.
Duerme casi todo el tiempo, atesorando en su tinta palabras, que a momentos revisa y limpia, y pule y desmancha.
Mi pluma dormita desde hace meses, aferrada a momentos, que esperan latentes que despierte. Y caras, colores, miradas, notas y cantos y ojos y letras.
A su lado reposan pedazos de historias inacabadas. Nunca una historia está terminada.