Sirve la fecha para hacer el típico recuento. A mi, para repasar momentos y aprendizaje. El tiempo que se fue.
Este año particularmente fue complejo, nunca faltaron los malos ratos, la angustia, los conflictos, las pérdidas. Cuanto mayor se hace uno, se incrementan las preocupaciones, y a veces se olvida lo que se tiene. Se olvida disfrutar. Porque no hay tiempo, porque ya habrá momento.
Este año yo agradezco las bendiciones que me han rodeado, lo aprendido, lo que dolió, lo que compartí, lo que disfruté.
Tuve reencuentros de gente muy querida, tuve lejos a otros, conocí nuevos ambientes. Nuevas personas a quienes he admirado por su misión en la vida, que me inspira y me motiva, gente a la que respeto y admiro profundamente.
Reencontré a dos mujeres hermosas con quienes compartí mi niñez. Tantos años después y el cariño y la amistad continúan.
Aprendí de los budistas que para tener una mente y un corazón saludables, hace falta la disciplina y el trabajo diario. Que todos necesitamos dar amor y comprensión y que no es fácil negar nuestra naturaleza humana.
Extrañé y valoré mucho a alguien que no se fue y a quien he admirado enormemente por su fuerza interior; una mujer con un espíritu poderoso, cuyo mayor objetivo es ayudar a quienes como ella sufren.
Tuve la fortuna de ver realizado un sueño de hace años, al otro lado del mundo. Me maravillé de una cultura milenaria y me conmoví hasta las lágrimas al toparme de frente con la realidad que es ese modo de vida.
Valoré mi propia vida, reafirmé mis convicciones, lo que me mueve.
Tuve la oportunidad de seguir aprendiendo lo que me apasiona, la fotografía, la escritura.
Dejé de escribir por alguna extraña razón. Guardé mi compromiso con la ciencia, que ha estado suspendido por un tiempo, pero que ahora quiero retomar con más intención que nunca.
Afiancé mis sentimientos y renové mis sueños, pulí mis esperanzas y he amado como nunca.
Encaré la enfermedad y la impotencia de no poder curar al propio cuerpo. Fui consciente de su fragilidad.
Se cerraron ciclos, aún sin quererlo, perdí una amistad muy valiosa pero atesoro el recuerdo y todo lo aprendido.
Me solicitaron como consejera, e hice lo mejor que puede hacer uno en esos casos, escuché. Y escuché. Y escuché. Todos pasamos por lo mismo cuando se trata de sentimientos y emociones.
Lloré por un compañero de vida que estuvo perdido, una parte de mi familia, que nuevamente está completa gracias al milagro de toda nuestra fe.
Me enfrenté con el engaño y la corrupción cínica, y enfrenté mis convicciones.
Me he seguido asombrando de todo lo negativo que existe, que por mucho que se quiera negar, no desaparece.
Enfermedad, maltrato, abandono, mentira, violencia, crueldad.
Pero quiero y deseo que conservemos esa capacidad de asombro, que no nos acostumbremos a lo negativo, que no deje de tocar nuestras fibras humanas.
Entiendo que quien daña, en gran medida es porque sufre, porque su alma está herida, quizá enferma, porque solamente podemos dar lo que tenemos dentro. Así, espero que aquellos logren en algún momento, paz interior.
Deseo no perder las ganas, el ímpetu y la ilusión de hacer lo que me apasiona. Deseo recuperar amistades lejanas. Deseo salud y armonía entre los míos.
Agradezco las bendiciones recibidas, una familia hermosa y con salud, amistades a las que admiro y respeto, pasiones por seguir, un corazón que aún puede sentir, cabeza que puede pensar. Un cuerpo que hay que cuidar. Agradezco las palabras, las imágenes, los sonidos. Y poder percibirlos. Y agradezco especialmente toda la alegría en el alma que el amor de mi vida me ha dado.
Que este año tengamos la madurez y la sabiduría para vivir cada día.