Hace un par de días, unas imágenes llamaron la atención en México: la reproducción de lo que se ha visto reiteradamente en cualquier noticiero. La diferencia, los protagonistas que reproducen estas escenas son niños.
Causó revuelo inmediatamente, como era de esperarse, con teorías sobre lo que «hay detrás» de estas imágenes. Desde quién lo produjo y sus verdaderas intenciones, hasta la infracción sobre los derechos de los niños, sin contar con que se argumenta que es un lavado de manos de quienes mantienen el país en este estado.
¿Qué es lo que incomoda tanto de verlos a ellos, a nuestras futuras generaciones protagonizando este caos?
¿A quién queremos engañar? Los niños de hoy se han acostumbrado a vivir así. A lo largo y a lo ancho del país, los niños viven en situaciones complicadas, injustas y tristes. Los que menos, están acostumbrados a escuchar sin ninguna novedad, sobre la cantidad de muertos del día y es costumbre el temor de salir a la calle o la preocupación constante de la familia por vivir al día.
Cuántos otros viven en angustia y poco es lo que puede hacerse para alejarlos de la realidad de nuestro país. Los menos (quisiéramos), participan de una vida sin ética de sus adultos responsables, cuando siquiera pueden comprender por qué. Desconocen cómo llegaron ahí, por qué les tocó vivir así.
Ésta es la realidad.
Por lo que todos protestamos, lo que todos queremos, es un país mejor, pero seamos realistas, no será para nosotros. No hay tiempo para ello, es verdad, pero tampoco hay varitas mágicas. Pero estas imágenes no están pidiendo una solución mágica para hoy, lo exigen para que las siguientes generaciones no tengan que vivir en las mismas circunstancias.
Y si hay algo debe molestarnos tanto sobre esto, es que no hay responsables únicos, es verdad. Ni una sola persona será el cambio, no hay Mesías. Ni el poder son sólo la clase política, ni los empresarios, ni los que manejan los hilos desde afuera. Y tampoco son sólo «ellos», los del poder, los que nos han conducido aquí. Todos somos parte del problema. Han sido cada una de las decisiones que en conjunto hemos tomado, desde saltarnos una regla, hasta ignorar nuestros principios o dejar que las cosas sucedan. Que si las circunstancias han sido las culpables, también el dejar se hacer lo que nos corresponde, lo es.
La gravedad de la situación del país fue ocasionada por una reacción en cadena en la que todo es causa y consecuencia de todo, un gran sistema en el que cada elemento afecta al otro potencialmente. Una sociedad débil en educación, cada vez más escasa en valores, sin tiempo, sin oportunidades, vulnerable a la fuerza de los poderosos. Somos afectados y dependemos de lo que sucede en el exterior, por supuesto, pero también somos responsables de cómo nos conducimos internamente. Desde la escala más pequeña. Nuestra característica como mexicanos, de desacreditar iniciativas, de buscar las «verdaderas intenciones e intereses ocultos» de cualquiera, por mejores argumentos que se expongan. No creemos, ese es nuestro resultado.
Lo que queremos cambiar es por ellos, nuestros niños y jóvenes, porque ellos son quienes vivirán las consecuencias de lo que hoy se está gestando. ¿Cuál es nuestra responsabilidad directa? ¿Vamos a seguir ignorándola?
Como ciudadanos y como seres humanos tenemos obligaciones. Como miembros de una comunidad, de una familia, de un grupo de trabajo, de un país. Todos somos causa y consecuencia, protagonistas de un inmenso efecto mariposa y nuestras decisiones son las que crean la forma en la que vivimos.
Que si la producción de estas imágenes es una visión sesgada, que tendenciosa, que si «las barbas del vecino». La mayor parte de estas imágenes son la realidad de todos los días. Las razones de cada uno de esos horrores son diversas y complejas y tendrán su lugar para discutirse, pero no por ello son irreales. Es lo que cualquiera vería al salir a la calle o al asomarse al país.
¿Qué más incomoda? Que queremos conservar a los pequeños intactos ante el desastre que hoy vivimos. Porque no gusta ver este caos desde su carne, pero es justamente a donde los estamos conduciendo.
No lo veamos desde nuestra perspectiva, quien tiene niños cerca sabe que a ellos no se les puede engañar. Ellos nos dan grandes lecciones y por supuesto que si pudieran tener voz, veríamos la otra cara de la moneda. No está lejos de lo que ellos opinarían. Veámoslo desde su punto de vista, rescatemos lo valioso de esta llamada de atención.
No es que se hayan expuesto a los niños a estas situaciones, es que ya están expuestos, es que ya las viven, es que ya están acostumbrados a ello y tampoco saben la razón.
Si tiene otras intenciones, si pretende señalar culpables incorrectos, si no es objetivo, siempre habrá múltiples perspectivas. ¿Por qué sólo denostar sin preguntarse? No lo descartes, complétalo, conserva lo rescatable. Explícaselo a los pequeños, dales «armas» para comprenderlo. Para enfrentarlo, porque son ellos quienes tendrán que hacerlo.
Observa desde esta perspectiva, ¿a ti qué te mueve? Ellos pueden ser tus hijos, tus hermanos, tus sobrinos, tus nietos. Somos responsables de ellos. ¿Te has preguntado cómo lo ven desde su sabia mirada? Pregúntales.
¿Quiénes son responsables? ¿quiénes tenemos que exigir? ¿a quién debemos exigirles? ¿qué debemos exigirles y exigirnos?
Si no nos «cae el veinte» con esto, ¿con qué será?.